Parece mentira que vivamos en un país libre ¿verdad?, en el que por constitución todos somos iguales ante la ley, sin importar la condición que a cada uno nos pueda llegar a definir: raza, religión, sexo… Mas de vez en cuando se nos aparecen ciertos falsos próceres que, embozados en un tul de fingido intelectualismo y sin pedir permiso a nadie, deciden arrogantes cómo planificar tu vida desconociendo tanto las circunstancias particulares que te envuelven como el contexto en el cual desarrollas tus quehaceres. Son aquéllos, en realidad, los que, con la fuerza de una opinión preconcebida, asumida como inevitable de antemano y convertida posteriormente en Ley científica, estiman coherente e incluso necesario robarte todos tus derechos e imponerte una esclavitud forzosa, esa que se refuerza luego a través de las mentes idiotizadas e invadidas por su propaganda populista. Sin embargo, lo cierto es que, antes que nada, somos seres humanos, y antes incluso que eso, seres libres. Y así es, que tres derechos fundamentales básicos son los que nos pertenecen por naturaleza aunque quieran quitárnoslos; los cuales, a su vez, cimentan el Estado de Derecho sobre el que deben prevalecer todos los ámbitos de una democracia liberal; dos por haber nacido: la Vida y la Libertad, y el tercero por pertenecer a una sociedad desarrollada y madura, la Propiedad. Porque estos derechos no sólo son los pilares que garantizan una convivencia pacífica, sino también la base última del Estado de Bienestar con el que ahora nos nutrimos para prosperar… Que cuando éstos son sistemáticamente atacados, se atenta de forma directa contra las mismas bases sobre las que se desarrolla la vida humana… Y si en tal punto nunca existió un desenlace de verdad inevitable, la respuesta como poder armónico resultante a la injusticia lo acaba por ser… Tanto es así, que de tal manera y en última instancia se llega a entender la libertad como acto revolucionario.
El orgullo es un arma tan poderosa que convierte al genio en el necio que se encierra en la pecera de su dogma. ¿Cuántos habrá que en esta pecera no logran ver las cristalinas paredes de su Celda?
Querer ser libre hoy en día parece convertirse en una transgresión a los nefandos valores morales que abraza una sociedad amante de la servidumbre; las injusticias que perpetra el aparato represor del Estado y el daño a las libertades individuales que inflige sistemáticamente contra el ciudadano, para mayor prosperidad de los intereses de una clase, se asumen con tal indiferencia por sus siervos que las más veces llegan a rozar incluso la absoluta insensibilidad. La apatía que muestra el gobernante ante los problemas actuales más relevantes únicamente es comparable con el desprecio a la libertad intelectual y académica cuyos productos solamente son válidos si sirven al provecho del grupo que les da fuerza… Sin embargo, debe quedar claro que la libertad es completamente irreconciliable con la supremacía de un solo objetivo común subordinado plenamente a la sociedad al completo, pues el desarrollo que ha traído el hombre como ser social depende del esfuerzo personal en coordinación con las fuerzas impersonales y en muchas ocasiones impredecibles. De tal manera, que uno podría sacrificar cierta parte de su libertad temporalmente ante un desastre, y eso incluye una guerra o una pandemia…, pero en ningún momento sería viable, y sobre todo suficientemente probo, el sometimiento permanente a ella para un fin concreto; bien si emana de la arbitrariedad de la intervención coercitiva o de la propia necesidad de planificación que algunos puedan llegar a solicitar. Es de vital importancia advertir los desajustes en el Estado de Derecho que traen todos estos casos para así evitar dejar desamparado al ciudadano que valora su libertad efectiva por encima de su seguridad relativa, pues no es justo ni coherente que aquellos que aman la servidumbre compelan a los que desean ser libres al sometimiento de sus propios esclavistas…
Pienso que todos estamos ciegos; ciegos que pueden ver, pero no miran…
José Saramago
De esta manera, si bien la sumisión a lo inteligible tiene cabida sobre unas convicciones honestas y unas pretensiones eminentemente intelectuales, únicamente podrá ser cuando el desconocimiento propio y la fijeza del mismo impida el desarrollo impersonal contra la tendencia al desprecio del saber ajeno tan característico del ser humano. Empero, ello no puede significar que aquélla deba ser necesariamente violenta e impositiva, ni mucho menos extendida en el tiempo, ni tampoco pobremente avalada con información sesgada o manipulada incapaz de producir algo más que un dogma oficialista. En realidad, únicamente a través de la libertad efectiva, dentro de los parámetros donde se definen los intereses particulares justos, y con conocimiento de las causas, materias y necesidades actuales, se llegan a desarrollar los fenómenos humanos como beneficio último de toda la sociedad al completo. El desprecio por la libertad intelectual, tan representativa de los regímenes totalitarios, no es sino la punta de lanza sobre la que dirigir el asalto hacia las libertades individuales, esas que sólo encuentran cada vez más como único reducto el propio pensamiento, el cual, contra todo pronóstico, acaba también por ser asediado de manera continua con la propaganda que nace como mito y se convierte por repetición en realidad.
Porque incluso la moral se debe entender necesariamente como un fenómeno singular de la conducta humana, puesto que los principios morales son convenciones flexibles que se ajustan de manera automática a la particularidad de cada uno; es por ello que la confusión sobre que aquélla deba su nacimiento al ámbito general nos debe llevar a valorar y reformular sus fundamentos básicos de manera constante para evitar su posible degradación. La creación de la norma moral comporta la responsabilidad particular e imperativa en los partícipes de una sociedad al completo, pues sólo sus integrantes son los que pueden llegar a cimentar sus pilares desde la individualidad para una convivencia pacífica entre iguales. Importante resulta el ver, por tanto, que la definición de estos parámetros no es sino un pequeño paso para crear un entendimiento amistoso y colaborativo entre los individuos de la comunidad, pero no porque muchos remen hacia la misma dirección debe existir la obligación incondicional para que los disidentes cambien forzosamente su rumbo obligados por los primeros. El respeto, la tolerancia, la disensión pacífica y la libertad de pensamiento son virtudes universales que deberían existir en todos los sistemas de valores humanos, y el uso de la fuerza para imponer una voluntad personal por encima de todas las demás, evidentemente, queda fuera de tales ámbitos.
Pacta sunt servanda.
El Imperio de la Ley
En esencia, el individuo ha de ser libre para elegir en el orden moral sobre el que planifica su vida puesto que fuera de esta esfera no habría libre albedrío; sin libre albedrío no habría elección posible y sin elección posible, la probidad o maldad de un acto no puede ser juzgada adecuadamente. Así, lo malo sería tan bueno como lo bueno y lo bueno tan malo como lo malo ya que, en tal caso, la elección resultante carecería tanto de bondad como de maldad porque simplemente «sería», sin más. Es corolario inmediato a esto que nunca podrá ser el altruismo, altruismo cuando no se puede optar a él en igualdad de condiciones ni sacrificar unos intereses personales para beneficio de otro y perjuicio de uno mismo; y así es, que el hombre, como ser consciente de sus actos, debe ser libre para elegir sobre sus convicciones, para que esta elección tenga sentido y de verdad sea coherente y respetuosa para con los demás, porque todo lo que queda fuera de tales ámbitos no sería sino una imposición, de antemano fijada, y llevada a cabo por la fuerza… La realidad es que todos en esta vida queremos algo; todos nos movemos por nuestros deseos, convicciones, intereses y pretensiones personales… Pero esta evidencia no puede alejarnos de la verdadera pregunta que debemos tarde o temprano responder para nuestra mayor prosperidad y respeto mutuo: ¿cómo podríamos definir nuestros actos para que entren dentro de una norma moral digna sin faltar a la honestidad y lealtad con el otro? Yo digo que quizás siendo honestos con nosotros mismos primero; ¿pero quién es libre cuando teme las consecuencias impositivas de lo que puedan engendrar sus propios pensamientos…?
Afortunadamente, la libertad en una sociedad se mide por la capacidad que tienen sus intelectuales de ser críticos con la hegemonía moral, cultural y social del régimen imperante; pues cuando en una sociedad no se puede disentir de manera pacífica ni discernir entre arte y propaganda, el estado regidor es un estado que opera desde la represión ideológica, —eminentemente totalitario— en donde se malogra el sentido de la verdad y el respeto hacia ella con la labor populista y demagoga de su planificador. De esta manera, la Mentira Noble platónica acaba por engendrar el poder que acapara casi exclusivamente éste con el que puede convencer al grupo espiritual —de cuya fuerza emana el poder político del partido— que todos los fines artificiales —porque si no hay se crean— de aquél son los únicos importantes y los que siempre han tenido, aunque inadvertidos, los ciudadanos. Lo paradójico es que esto básicamente sería como persuadir al esclavo de que, por su bien, la única aspiración digna posible ha sido y será siempre el picar piedra y recibir latigazos por hacer su trabajo; y por supuesto, en tales circunstancias, la dignidad del hombre se mediría, no por sus méritos particulares, sino por su utilidad para los fines del grupo o por la propia pertenencia a una clase; que, esencialmente, sería los mismo que someterse al designio común del colectivo donde la existencia se limita a ser un mísero medio para un fin ajeno con el que puede que no se esté de acuerdo en todo momento.
Mientras el mundo de los sueños evoluciona hacia la decepción, el mundo de la realidad camina hacia el desastre.
Miguel Sánchez Robles
La terrible verdad es que sólo el hombre educado es libre pues el que disiente con los puños cerrados rara vez piensa con claridad, y mucho menos si éste decide dejar que otros piensen por él. Sin embargo, es necesario clarificar una cuestión importante: esto no significa que ambos estén exentos de la emaciación moral que se desarrolla hasta enquistarse en cada ámbito de la sociedad postmoderna. Debería existir en ella, más concretamente, una preocupación en cuanto a la servidumbre aquiescente del hombre de ciencia; convencido, o peor, persuadido, de la inevitabilidad del sometimiento a la verdad política como argumento exangüe que sustenta el ordenamiento coercitivo. No obstante, la variabilidad del mundo, que cabalga sobre el devenir de todas las cosas, es tan caótica que apenas se aparece trocada por insensatez en la mente del que pretende forzosamente intervenirla. Así es, que la sanción de medidas liberticidas por el atisbo de un fin común, ese que deja irremediablemente preteridos a tantos considerados como indignos, se antoja harto arrogante e injusto ante el precio a pagar hoy en día por ser uno mismo; pues la mayor problemática que esto trae surge con el advenimiento del orden tiránico como única y necesaria vía, tomada con convencimiento incuestionable, para «mayor prosperidad» y «organización» de la sociedad. Porque si la categoría social y distinción únicamente pueden ser conseguidas a través de la conversión aparentemente voluntaria del hombre libre a siervo del Estado, la única libertad posible es la ignorante; establecida como orden jerárquico e impositivo donde la fuerza, la coacción y el uso del poder, en su mayoría coercitivo y sostenido en exclusividad por aquél, son el único lenguaje posible y conocido… Y lo cierto es que nunca antes se había amado la servidumbre hasta tal punto: el de borrar lo que siempre ha significado tener una opinión propia; y nunca antes la esclavitud fue un bien necesario para el esclavo, que asume, convencido, lo inexorable en su desdicha…
La razón ciega se ha instalado en la población como método válido para liberarse conscientemente del problema de pensar y el gurú, que vende la panacea resolutiva de todos los problemas del mundo, ha acabado por convertirse en el pastor taimado del redil sin rumbo.
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